martes, 14 de junio de 2016

Mi Primera Masterclass Demoslavueltaaldía

Igual que cuando era niña en mi primer día de cole, así me sentía yo el sábado por la mañana cuando sonó el despertador. Con una hormiguita en el estómago que daba vueltas sin parar. Mis primeros días de colegio año tras año, los recuerdo así. Con una mezcla de felicidad y nervios a partes iguales, y con muchas ganas.

Hay gente que se pone nerviosa y se le cierra el estómago, a mi no. Como no desayune antes de salir de casa, podéis compadecer a quien me encuentre al cabo de media hora. El sábado aunque no hubiese desayunado, tampoco habría pasado nada. La ilusión que llevaba conmigo podría salvar a quien se cruzara en mi camino. 

Una vez en el Centro Cultural del Gusto, A punto,  pude ir encontrándome con mis compañeros, y tuvimos tiempo suficiente para ir relajándonos antes de empezar, comentar nuestras dudas e intercambiarnos chaquetillas. Qué a mi esta me queda grande, que a mi esta no me abrocha o que la tuya es de mujer.

¿Cómo se puede sentir alguien a quien le encanta la cocina, le encanta comer, le enamora el mundo de la gastronomía y disfruta de las enseñanzas y platos de Mario Sandoval durante unas horas a 50cm. de distancia? Uno se siente muy bien, uno llega un momento que no sabe ya a donde mirar. Los ingredientes, las explicaciones, las ollas en marcha y un gran maestro. Al principio estaba tan embobada que me costó moverme del sitio, pensaba que si me movía me perdería algo. Pudimos colaborar, pudimos emplatar y pudimos probar platos maravillosos, explicados con mimo, con sentimiento y con dedicación por Mario. Un menú completo, un regalo para nuestros paladares. Pero la hora del servicio se acercaba y Mario tenía que cumplir con sus obligaciones. Así que antes de convertirse en calabaza se marchó.


Entonces llegó él, Kiko Moya, despacio, sin hacer ruido. Nos fue presentando su filosofía y su forma de entender la cocina. Después del subidón anterior, el trabajo de dejarte la mente en blanco es complicado. Kiko, lo consiguió. Cuando ya nos tenía a todos atrapados, pasamos a los fogones. Allí pudimos ver y probar una yema embrionaria que adoptaba una textura de pomada. Una mostaza que parte de unas semillas cultivadas por ellos y se come con unas hierbas cultivadas allí, en su casa. El arroz al cuadrado es un arroz diferente. Es su arroz en el que mezcla sus toques personales con la tradición alicantina, que no es la misma que la valenciana. Kiko Moya cocina así, con el amor por su entorno, con el amor por su tierra y metiendo dosis de rebeldía que consiguen unos platos diferentes
Él cree en lo que hace y para muestra un botón: “Podéis encontrar en google millones de ingredientes y podéis conseguirlos, pero el criterio no lo encontraréis allí”. Ahí queda eso.



Llegó el momento del descanso. ¿Para comer algo? Si algún valiente se atrevía tenía tiempo. Al igual que tuvimos tiempo de comentar, de resetearnos y de conectarnos con el mundo exterior. Cuando nos quisimos dar cuenta allí estaba una gran actriz, Teresa Calo, con su sonrisa y su cercanía
Única para meterte caña con tu actitud ante la cámara, haciéndonos reír, y también sufrir un poquito, Teresa nos dejó su huella particular. Un coaching en toda regla, que nos permitirá sacar lo mejor de nosotros mismos delante de una cámara y delante de los demás. 




El día llegó a su fin. Y me fui, con la misma sonrisa con la que había llegado, feliz y con muchas ganas de más.


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