martes, 21 de marzo de 2017

Pita de Pulpo


Esta semana estamos de suerte y aunque estemos de lunes es martes y mañana ya será miércoles y estaremos muy cerquita del viernes. Una semana de estas cortitas que tanto nos gustan.

Con el plato que os traigo hoy, estoy participando en un concurso de Canal Cocina de cocina griega y con el que espero ganar un libro de recetas de Maria Zannia. Otro más para la colección al que le quiero hacer un hueco en mi biblioteca cocinil. El reto era hacer un plato de cocina griega. Así que después de estar investigando ingredientes y platos, mezclando sabores por aquí y recetas por allá, conseguí esta Pita de Pulpo. Un plato que aunque tiene elaboración no es complicado de hacer y está buenísimo. Una receta fresca que nos traslada a distintos sabores de este lugar que todavía solo conozco en imágenes y en platos y que espero algún día, no muy lejano, disfrutar en directo.



INGREDIENTES

1 pulpo crudo y previamente congelado (1300g)
1 tomate (365g)
7 aceitunas kalamata
6 14 hojas de albahaca grandes
20g aceite de oliva
9g zumo de limón
 sal y pimienta
2 Pan de Pita
4 Hojas de gelatina



Ponemos a cocer el pulpo, descongelado, en agua. Si lo hacemos en olla rápida sólo nos llevará 15 minutos a fuego lento desde que coja presión. Al comprarlo congelado no tenéis ni que darle palos ni esas cosas que se hacen para que no quede duro. Si lo cocéis en olla normal, necesitaréis más o menos 30 minutos para un pulpo de este peso. Hay gente que lo asusta primero unas tres veces para que no pierda la piel o quede más bonita. Yo lo he metido directamente en agua fría y he cerrado la olla.

Lo primero que vamos a hacer es un carpaccio de pulpo. Una vez cocido el pulpo cogemos una botella vacía de agua de las de medio litro. Cortamos la parte donde empieza a disminuir hacia el tapón. Le hacemos unos agujeros con un cuchillo en la base, esto nos permitirá que suelte el líquido que sobra. Ponemos las hojas de gelatina a remojo en agua fría. Mientras vamos cortando las patas del pulpo en trozos y hacemos una capa dentro de la botella. Tiene que quedar prensado. Ponemos encima una de las hojas de gelatina remojada y continuación otra capa de patas. Así hasta acabar con una capa de gelatina. Las patas aprovechadlas hasta el final, no tenemos que poner solo la parte fina.


Hacemos unos cortes en los laterales de la botella y los doblamos hacia adentro cerrando y prensando bien. Envolvemos en papel film. Encima del papel film le ponemos un papel de cocina humedecido. Metemos al congelador durante hora y mediaEl truco de envolver en papel de cocina humedecido lo podéis aplicar también  a cuando queréis enfriar una bebida y no os habéis acordado de meterla en la nevera, en 10 minutos tendréis la bebida fría.


Pelamos el tomate y lo cortamos en daditos pequeños. Le añadimos las aceitunas picadas y las 6 hojas de albahaca también cortadas pequeñas. Incorporamos los dientes de ajo cortados muy finos, un chorrito de aceite de oliva, sal y pimienta. Sacamos el pulpo, lo desenvolvemos y obtendremos un cilindro compacto que cortamos en rodajas finitasLas aceitunas kalamata son una especialidad griega que no es difícil de encontrar, pero las podéis sustituir por aceitunas negras. 


Hacemos un aceite de albahaca batiendo las 14 hojas, aceite de oliva, zumo de limón, sal y pimienta. Tostamos el pan de pita.


Montamos el plato con ayuda de un aro de emplatar. Ponemos el pan de pita y encima una capa del tartar de tomate y kalamata que tenemos hecho.

Ponemos encima una rodaja de carpaccio de pulpo y terminamos con el aceite de albahaca. Si le queréis poner más pulpo, podéis añadir otra rodaja entre el pan y el tomate o servir alguna más alrededor del plato. Podéis abrir el pan como se hace con el Pan de Pita de forma tradicional y rellenarlo con el tomate y las rodajas de carpaccio. Adornamos con una hojita de albahaca. 

Ya tenemos lista nuestra Pita de pulpo con la que darnos una vuelta por los sabores de la cocina griega.



¡Espero que os guste!

lunes, 13 de marzo de 2017

Unos días en Miami

Hoy hace dos lunes que volaba con mi maleta llena de ropa de verano y con muchas ganas de cruzar el charco en busca de unos rayos de sol y un poco de relax.

Los que me seguís en redes sociales sabéis que estuve en Miami. Un viaje que he disfrutado muchísimo por muchas cosas pero sobretodo hay una; he tenido mucho tiempo para estar sola con la única compañía del sol y del mar. Hay gente que me ha preguntado si no era pesado estar tanto tiempo sola, y mi respuesta ha sido: -¡claro que no!. Este tiempo en solitario me ha servido para desconectar, para pensar, para poner en orden algunas cosas, para encontrarme un poco conmigo y pensar solo en mi. Esto os puede chocar, podéis decir y esta se va a Miami como el que se va a un retiro espiritual, jajaja. Pues no ha sido un retiro espiritual porque he hecho un montón de cosas para desactivarme y activarme; pero si que he sabido captar las señales que me decían que aprovechara esos momentos de intimidad conmigo misma.



Cuando se me presentó la oportunidad de hacer el viaje no me lo pensé dos veces y dije voy sí o sí. Lo primero es decir que sí y luego ya empiezas a organizar cómo lo harás, por ejemplo planificar la vida de los que se quedan en casa y que no les hace nada de gracia quedarse, por cierto. Si te lo piensas mucho no vas, yo hace un tiempo precisamente por pensármelo demasiado me perdí un viaje que no tenía que haber dejado escapar.



Como esto es el blog de una foodie lo que tengo que hacer es contaros los sitios a los que fui a comer, aunque como buena foodie os diré que también me dediqué a visitar supermercados. Quizás algunos me tomareis por loca. Esther se va a Miami de retiro espiritual y visita supermercados. Pues sí, allá donde voy me gusta ver qué comida hay en las tiendas. Lo primero que hago cuando voy a un sitio nuevo sea en España o fuera es buscar si hay mercados que pueda visitar. Prefiero mercados como tal, de productos frescos, pero reconozco que también me encanta entrar en los supermercados. Me gusta ver lo que se vende, qué productos nuevos descubro, comparar precios y mirar etiquetas. Esta vez, en mis primeros días de viaje en los que estuve en KeyBiscayne y en el que no encontré un mercado como tal, me pasé dos horas, no es una exageración, metida en un hiperpermercado husmeando todo lo que allí se vendía.
Os puedo contar que me llama la atención los niveles de sodio de muchos de sus alimentos, y esto se debe en gran medida a que tienen un montón de alimentos muy elaborados o precocinados. Algo tan básico e inofensivo como un zumo de tomate se convierte en una bomba para los hipertensos. El tema de las comidas precocinadas y demasiado elaboradas, también en nuestro país va en aumento en los últimos años a un ritmo pasmoso.




Otras de las cosas que me gusta ver cuando viajo es dónde puedo ir a comer o cenar. También me encanta pararme en un sitio que tiene buena pinta y me gusta sin más. Mis primeros días en Keybiscayne mi alimentación se basó en cosas ligeras por el día en el hotel acompañadas de largos paseos por la playa. Ya por la noche tuve la suerte de disfrutar de alguna cena muy divertida como una en el hotel, con un montón de puestos de comida de distintas nacionalidades, donde no podía faltar su típico pulled pork asado a baja temperatura que te servían con palitos de yuca.




Otra de mis incursiones foodies fue en un restaurante del Downtown, Area31, situado en el hotel Epic, donde también se encuentra Zuma, un restaurante japonés muy top. En Area31 disfrutamos de un montón de platos bien elaborados en un ambiente genial. Dispone de una terraza en la que ver Miami desde la planta 16.



En Miami Beach, caminando por Lincon Road de tienda en tienda; cuando nuestras tripas empezaban a rugir un poco, un camarero pasó por delante con un plato de pasta con bogavante y no pudimos resistirnos a sentarnos en este restaurante italiano y disfrutar de uno de sus fetuccini Alfredo. En EEUU llaman langosta, "lobster" a lo que nosotros conocemos por bogavante, quizás un poco diferente también al bogavante de aquí. El restaurante en cuestión se llama Cantinetta.


En Miami, como en otros muchos lugares, incluyendo nuestro país, hay multitud de restaurantes de distintos países. Paseando por Espanola Way (no está mal escrito, ellos no tienen ñ) se nos antojó una michelada, ese combinado con cerveza de sabor tan especial que tuve la suerte de descubrir hace muchos años en México y que está increíble. Nos paramos en Oh Mexico y la acompañamos de unos tacos de Cochinilla Pibil y Al Pastor.



Otro de los sitios que visitamos fue Wynwood un barrio que respira modernidad y arte en cada pared y en cada esquina. Allí comimos en Wynwood Kitchen & Bar, rodeados de arte y con una comida variada y adoptada de distintos lugares. Comimos una ensalada de púlpitos y unas brochetas riquísimas. Una de ellas de Pork Belly, plato bastante protagonista en los restaurantes americanos,  que está buenísimo y es panceta o tocino de cerdo preparado de distintas formas y que tiene su origen en la cocina china o coreana.




Después de pasara por el barrio, ver todas sus obras de arte callejeras, sus tiendas y algún mercadillo que otro descansamos un rato acompañados de un mojito en La La Land. Un lugar en el que te los puedes encontrar de mango, de tamarindo, de fresa e incluso picantes. En la parte izquierda de la barra encontraréis una puerta que te lleva a un gran patio y comunica a su vez con otro bar que se llama The Bar Next Door. Entremedias de los dos hay una tienda de plantas con unos maceteros chulísimos y originales, Plant The Future.



Nuestra última noche podríamos haber optado por cenar en Ocean Dr. Una calle llena de vida a orillas de la playa con un montón de tiendas y restaurantes. Sus calles adyacentes como Collins Avenue y Washington Avenue son un sitio donde perderse haciendo compras. Pero volviendo a las cenas, decidimos alejarnos un poco y cenar en Matador Room, un restaurante excepcional ubicado en el Hotel Edition. Allí pudimos disfrutar de una cena maravillosa en su terraza, muy romántica, llena de vegetación e iluminada de forma muy agradable. Aunque su imagen y su nombre es cañí total, la comida nos es principalmente española, aunque encontramos platos de nuestro país y una larga lista de vinos con sello español. Los vinos en EEUU tienen unos precios desorbitados para lo que nosotros estamos acostumbrados, así que con las cartas de vino alucinaréis un poco.








Y hasta aquí hemos llegado, un viaje que he disfrutado con los cinco sentidos y del que vengo con las pilas muy cargadas. Un destino que seguro repetiré porque tiene muchos rincones y vida por descubrir. Ahora a esperar el siguiente.